sábado, 26 de agosto de 2023

Paula



Da vueltas por la casa. Recorre la sala, el patio y le es imposible no terminar por el pasillo que da hacia la habitación de Paula.

Recuesta su cabeza sobre la puerta intentado escuchar lo que hay detrás. No se atreve abrir. Imagina que todo sigue igual. Que todo sigue como aquella tarde en que Paula se pintaba los labios frente al espejo. Imaginaba el oso de peluche sobre la cama.  

Temblaba con la sola idea de abrir la puerta y no encontrarla recostada con sus audífonos. Con la cabeza colgando, el cabello colgando. 

Desde aquella tarde recorría el mismo pasillo y se quedaba por horas como una estatua frente a la puerta.

No podía con tanto. La ausencia de Paula era un agujero que la succionaba toda y la devolvía a esa tarde. 

—Mamá iré a casa de Meli, le dijo antes de salir saltando como un canguro de la habitación—

Recuerda ver su silueta atravesando la calle. Recuerda ver su cabello volar con el viento.

La casa le habla. Las palabras trepan por las paredes como arañas.

Le gritan: ¡Cuando alguien muere hay que dejarlo ir. Cuando alguien desaparece hay que hacerlo volver!

Aquella frase como un mantra gira en su mente. La hace caminar en círculos. Lo mismo que las preguntas que se disparan dentro de su cabeza.

¿A donde va alguien que desaparece? se pregunta. ¿Dónde se queda?  ¿Qué se hace con su desaparición?. 

Se le construye una tumba. Se conserva su ropa. Se tira su camiseta favorita  de Kiss.

¿En qué momento del tiempo uno se resigna a que nunca volverá. ¿O nunca te resignas?

A dónde se acude cuando haz subido y bajado todos los edificios del gobierno y en todos te dieron la misma respuesta: Estamos haciendo todo lo posible para encontrarla.

En  otros te han tirado la puerta. 

¿Que se hace con la voz del otro lado del teléfono?

—Deja de buscarla o te va a pasar lo mismo—

 ¿Que se hace con los nervios?  Con la subida de glucosa que provoca escaras en la piel y te desprendes por pedazos como la corteza de un árbol seco.

¿Qué se hace con las noches de insomnio? Con los días que solo vives para buscar a Paula. 

Con ese preinfarto que te da al ver en las noticias a un perro con el brazo de una mujer en su hocico corriendo por el parque.

¿Será el de Paula? te preguntas. Y corres como una loca hasta su cuarto y no puedes más que gritar su nombre: Paula.

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